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Si tu hijo se cae y tu respuesta de acompañamiento es “no pasó nada” entonces revisa esto.

Si tu hijo se cae y tu respuesta de acompañamiento es “no pasó nada” entonces revisa esto.

Claro que algo pasó, ¡se cayó!

¿Que el golpe fue pequeño o leve? Bueno, pero tú no tienes el umbral del dolor que tiene tu hijo.

A una persona le puede doler más que a otro “el mismo” golpe.

¿Qué podrías decir en cambio?

·       “Te caíste, entiendo que te duele, pero no es muy grande, probablemente en poco rato se te pase, ¿quieres volver a jugar?”.

·       “Fue solo algo superficial y pronto debe dejar de dolerte, siéntate un rato, respira y volvamos a jugar”.

¡Qué diferente!

Validar la emoción es respeto.

El tema cuando pasamos por alto alguna emoción es que nuestros hijos lo correlacionan con otras cosas.

Es también ver a tu hijo llorar y que le digas: “tú no tienes que llorar por eso”.

O sea, ¿quién está en la cabeza del otro para definir por qué llorar y por qué no? Porque hasta de alegría se llora.

“Ay no llores tanto, ay no llores más”.

Llorar es sano, mientras no sea en exceso.

Llorando simplemente se está transmitiendo una emoción: dolor, miedo, angustia, alegría, felicidad…

Si tenemos la oportunidad de permitirnos sentir, y de enseñar a nuestros hijos a sentir, es muy probable que estemos haciendo una mejor crianza.

Una crianza verdaderamente respetuosa donde nos podemos comunicar asertivamente y decirnos sanamente lo que sentimos.

¿Cómo sería esta nueva enseñanza para tu hijo?

¿Qué apertura en la comunicación tendría contigo?

¿Y tú? ¿Te permites sentir y expresar lo que sientes?

¿Cómo está tu coherencia y que efecto tiene esto sobre tu hijo?

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