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Lo que dije vs lo que entendió

Hace unos días mientras Edwin y yo almorzábamos él me contaba sus planes para un proyecto que está trabajando en base a sus estudios de coach ontológico.

 

Yo le respondí rápidamente: “no te vuelvas loco”.

 

Desde mi interior pensé que la carga que debe manejar como emprendedor, esposo, padre y estudiante era demasiada para trabajar además tan a profundidad lo que me estaba explicando.

 

Pensé que era mejor cubrir solo una porción de ese plan y que fuera menos ambicioso, primero para que pudiera lograrlo, y segundo para que no se viera afectado con una carga tan grande.

 

Si te fijas, yo te he explicado lo que pensé, pero decidí resumirlo en un simple “no te vuelvas loco”. ¿Cómo se supone que detrás de esas 4 palabras él sabría todo lo que yo estaba pensando?

 

Entonces, como era de esperarse, resulta que él las interpretó de una forma diferente. Él asumió (nota la palabra) esa respuesta mía como que yo estaba poniendo por el suelo sus aspiraciones, por lo que me respondió con una cara de desánimo y bastante sarcasmo: “¡qué motivadora eres!”.

 

Inmediatamente entendí que él no había interpretado mis cuatro palabras con la verdadera intención que las dije, así que le pedí que me repitiera lo que yo le había dicho.

 

Luego, yo le resumí su propuesta y le fui explicando lo que yo había querido decirle en esas cuatro palabras. Entonces se sintió calmado y así pude ayudarle a ver algo que no había considerado en sus planes.

 

De esta anécdota quiero tomar y compartirte estas moralejas:

1.       Es importante expresarse con claridad, no esperes que otra persona entienda tu idea a la primera si no la desarrollas. ¿En qué estaba yo pensando cuando dije esas 4 palabras?

2.       Asumir lo que dice el otro no es lo ideal, ya que no hay forma de que puedas saber con exactitud lo que piensa el otro.

3.       Expresar tus emociones siempre es adecuado. ¿Te imaginas que habría sucedido si él no me dice cómo se sintió respecto a mis 4 palabras?

 

Una historia muy similar ocurre en la relación con tus hijos. Tú le dices algo a tu hijo y asumes que en su mundo de niño están entendiendo tu lenguaje adulto respecto a lo que dijiste, mientras que la verdad es que tu niño solo piensa en jugar y jugar y cree ser el centro del universo…

 

Te invito a ver las cosas de forma diferente y desde los zapatos de tu hijo, no desde los tuyos. ¿Qué ves? ¿Cómo interpretas lo que dices?

 

En menos de 5 días se abren las puertas para trabajar desde adentro en ti y ser el padre / madre que tu hijo necesita que seas a través del curso “Los padres que queremos ser”. ¡Te espero!

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