Hoy quiero compartir algo muy personal contigo, hace
un par de años que ya lo compartí, pero es algo latente en el corazón de muchos
y como quiero ser ente de cambio, en estos tiempos tan difíciles que estamos
viviendo, espero que mi experiencia te sirva como referente para buscar lo mejor
de ti sin hacer daño a los demás.
____
Recuerdo que de pequeña mi mamá me hizo reescribir algunos
cuadernos de tareas enteros porque mi trabajo era algo "sucio": la
forma en que escribía y borraba con el lápiz dejaba un cuaderno difícil de
mirar y de entender, y no era nada estético.
Un buen tiempo después, mis cuadernos de tareas eran impecables. Los maestros
se impresionaban tan sólo con eso, además de que era excelente estudiante y muy
inteligente.
Sin embargo, a raíz de esto, aprendí a perfeccionar demasiado las
cosas. Aprendí a exigir demasiado a los demás. Quizás hasta dañé la
autoestima de muchos porque la mía también estaba dañada. Y sucedía que cuando
las cosas no salían bien o no sabían hacerse a la perfección entonces yo
entendía que esa era una persona fracasada, una persona que no era ni
responsable ni organizada...
En fin... Así me convertí en una adulta perfeccionista, o quizás más bien en
una con miedo al fracaso, pensado que quizás había cosas que no podría lograr o
que no las haría del todo bien, o que si no quedaba perfecto no tendría la
aceptación necesaria, por lo que tenía una necesidad de aprobación por parte de los demás. O, simplemente, la realidad de todo esto es que me convertí
en una adulta con la autoestima dañada.
Esto me hizo dar cuenta que como padres a veces en el afán de querer enseñar a
nuestros hijos a superarse, a que vayan por lo mejor, a que las cosas deben
salir bien, no nos damos cuenta que muchas veces podemos hacerles daño con un
disfraz de buena intención.
Papá / mamá que estás leyendo esto, OJO con LA FORMA en que le dices a tus
hijos lo que está mal.
No es un problema que le digas QUÉ está mal, el problema está en el CÓMO se lo
dices.
Cuida tus palabras. Corrige a tus hijos con amor y aprenderán a
dar lo mejor de sí manteniendo una buena autoestima.
Todos cometemos errores, pero la forma en la que
nos hacen ver los errores y nos ayudan a superarlos influye mucho en cómo nos
superamos a nosotros mismos, y esto define gran parte de nuestro destino.
No es lo mismo saber que hicimos algo mal, a saber que somos valiosos y
amados a pesar de haber hecho algo mal. Esto último es una inspiración
para hacer las cosas mejor una próxima vez, porque lo valgo, porque me aman, y porque
se me permite ser humana y errar.
Y, por cierto, para terminar mi historia, gracias a Dios he podido sanar y
reparar mi autoestima, y puedo decir que hoy soy una persona muy diferente,
aunque aún me queden cosas por hacer para ser una mejor persona, pues el cambio
es algo constante.
Y como todo obra para bien de quienes aman a Dios, uso esta y otras
experiencias de mi vida, para no repetir la historia con mis hijos y además,
para ayudarte a ti a no repetirla con los tuyos, enfocada en una crianza emocionalmente sana considerando
que nuestros padres, así como nosotros, siempre hacemos lo mejor por nuestros
hijos conforme a las herramientas y conocimientos que tenemos al alcance.
Así que te invito a aprovechar lo que tienes a tu
alcance y continuar aprendiendo, aprendiendo de tu propia maternidad, de lo que
tus hijos hasta sin palabras te dicen con sus acciones en el día a día.
Si te gustó, déjame un comentario. Estaré encantada de leerte.
Comentarios
Publicar un comentario
Toma en cuenta: Nos reservamos el derecho de eliminar comentarios sarcásticos, ofensivos o fuera de tema. En caso de duda, lea la Política de Comentarios.